Cultivo de bacteria E. coli

Cuando hablamos de mutantes, lo primero que piensa la mayoría de la gente es en monstruos con tres ojos, tres brazos, con algún otro tipo de deformidad o con superpoderes. Sin embargo, no todas las mutaciones son lo que estamos acostumbrados a pensar; nosotros los humanos, sin ir más lejos, somos el fruto de innumerables mutaciones que se generaron a lo largo de muchos millones de años a partir de una célula primitiva.

Existe la creencia popular de que los mutantes se originan debido a condiciones adversas en el entorno, es decir, que la mutación es postadaptativa, y nada más lejos de la verdad; en realidad, las mutaciones son preadaptativas y ocurren al azar, no debido a ningún efecto del entorno.

Los encargados de demostrar que las mutaciones no están causadas por ningún agente externo, ni producidas por ninguna causa inducida fueron Luria y Delbruck en 1969, y fueron galardonados con el Premio Nobel por este descubrimiento. 

Lo más interesante de esta demostración no radicaba en las propias hipótesis planteadas sobre la preadaptación de la mutación o su aparición al azar, sino en la forma de detección. El análisis de fluctuación resulta un experimento genial porque permite no sólo detectar a los mutantes y separarlos del resto de la población, sino demostrar que esta no puede ser inducida por ninguna causa externa y que se produce al azar.

El primer problema que se planteaba era la separación y detección de organismos mutantes frente al resto de organismos resistentes. Los mutantes forman parte de todas las poblaciones a priori, pero son especímenes raros, que sólo son visibles cuando necesitan mostrar sus especiales habilidades, es decir, en presencia de agentes externos adversos, donde el resto de sus compañeros sensibles mueren, tarde o temprano según se hayan entrenado.

Si nuestra población no se encuentra en presencia de ningún agente adverso, estos mutantes se encuentran camuflados entre los demás habitantes, pasando normalmente inadvertidos.

La genialidad del experimento del análisis de fluctuación radica precisamente en eso, si suponemos que existen una cantidad de organismos superdotados en una población, y fundamos muchos cultivos que contienen una cantidad de organismos parecida, en presencia de un agente agresivo, en todos estos cultivos al cabo de un tiempo deberíamos encontrar un número pequeño de organismo mutantes, más o menos semejante, si es que la presencia del agente agresivo induce la mutación. Pero si esto no es así, y las mutaciones no tienen que ver con la presencia del agente agresivo, la distribución de los mutantes en los cultivos después de un tiempo sería muy diferente y habría cultivos que tendrían organismos mutantes en grandes cantidades y otros que no tendrían ninguno.

Esto último fue lo que pasó cuando realizaron ese experimento, con el que se pudo demostrar que las mutaciones no están condicionadas por el entorno, ni por la presencia de agentes agresivos.

Así que cuando oigamos aquello de que “las bacterias se hacen resistentes a los antibióticos”, debemos pensar que, en realidad, estamos seleccionando los mutantes superdotados que existen en la población bacteriana.

Si mantenemos el tratamiento por mucho tiempo, una vez eliminados los sensibles de la población, estaremos cultivando mutantes resistentes a los antibióticos, porque son los únicos capaces de vivir en presencia de estos agentes, pero en ningún caso haciendo que los organismos se vuelvan resistentes.

Afortunadamente para nosotros, los organismos resistentes son especímenes raros y escasos, que se reproducen, en la mayoría de los casos, más lentamente que los sensibles, y gracias a esto podemos sobrevivir a los catarros.

Pero lo que no podemos olvidar en ningún caso es que los mutantes nacen, no se hacen, porque como todo el mundo sabe, uno puede estudiar mucho y durante mucho tiempo y hacerse muy muy listo, pero nunca podrá llegar a ser superdotado. Para eso hay que nacer.

Julia Romero y Victoria López Rodas