Está claro que los gatos no son animales domésticos. Técnicamente, conviven con nosotros, digamos que nos aceptan como compañía —nos toleran—, pero a diferencia de los perros, mantienen su distancia con los humanos y conservan sus hábitos de animales salvajes. Sin ir más lejos y si ha sido adoptado por un minino, ya se habrá dado cuenta de que entre sus entretenimientos o juegos destaca el continuo entrenamiento de sus instintos de cazador. Así, mientras un perro puede entretenerse persiguiendo una pelota, a un gato no lo sacamos de juegos de peleas o de captura de presas.
Esa teórica independencia les hace acreedores de numerosas leyendas urbanas, como la de que pueden sobrevivir a pesar de estar mimados por humanos —y como todos, Michi prefiere tener la comida siempre lista en su plato a tener que salir a buscarse un rico sustento— o que valoran tanto su libertad que precisan de hacer escapadas para realizarse como animales. Que son unos auténticos aventureros. Seguir leyendo