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Al final, tanto hablar de la crisis económica, de sus derivadas y sus consecuencias, vamos a terminar aprendiendo economía sí o sí. Y lo estamos haciendo por el camino más difícil, que es comprobando sus efectos en nuestras carnes. Y “como la letra con sangre entra”, el aprendizaje también hace que nos cuestionemos, al menos los de mi generación, los postulados sobre los que se asienta el sistema, o sus presuntos postulados.

De entrada, los defensores del libre mercado nos machacan con la ley de la oferta y la demanda, y cómo su desarrollo marca ese mercado —y por lo tanto la economía—. Así asientan las recetas para salir de la crisis. Esta ley nos encuadra a todos, por un lado están los productores de bienes, por otro lado los consumidores y la pulsión entre ambos determina el precio del producto y las necesidades de producción del mismo. A saber, si la demanda excede la oferta, aumenta el precio y habrá más fabricantes que se decanten por esta línea, ya que se presupone se obtendrán pingües beneficios. Seguir leyendo