Doping, palabra maldita asociada a otras: mentira, engaño y, sobre todo, trampa. De la mano del deporte de élite, especialmente el atletismo o el ciclismo, se ha puesto al descubierto que el afán de superar marcas jamás logradas por el ser humano se consigue con la ingesta de sustancias que potencian determinadas capacidades físicas. Pero también provoca, cuando los cazan, que grandes mitos se derrumben.
El consumo de esteroides, por ejemplo, desarrolla la capacidad muscular (basta con recordar a Ben Johnson, el rival de Carl Lewis en los 100 m. lisos, cazado tras los Juegos de Seúl 88). Otra sustancia con triste fama es la EPO, que sirve para mejorar la resistencia ante esfuerzos prolongados, como las carreras por etapas.
En este asunto existe un consenso general: hay que castigar a quienes intenten romper determinadas barreras. Impera la norma de que el fin no justifica los medios y el no aceptar lo que se escapa al alcance del ser humano por su propia naturaleza. Ahora bien, ¿jugamos siempre limpio o, por el contrario, nos hacemos trampas en el solitario?
Doparse no sólo consiste en alterar las capacidades físicas; también podemos hacerlo para alterar las psíquicas o mentales. Entonces nos enfrentaremos a otro tipo de trampas y, sobre todo, a otro tipo de interrogantes: ¿se dopan los científicos, los intelectuales o los escritores? ¿Debemos considerar lícitas las obras creadas por esos medios?
Hace un par de años, la revista Nature publicó una serie de estudios con una inquietante conclusión: casi el 20% de los científicos tomaba alguna sustancia para potenciar su capacidad creativa; consumían fármacos que habitualmente se emplean para tratar el trastorno por déficit de atención.
El más habitual en España es el metilfenidato (principio activo detrás del nombre comercial Ritalina o Concerta), pero en otros países europeos y americanos también están disponibles la D, L-anfetamina (Adderall), junto con dextroanfetamina (Dexedrina) y la metanfetamina. Todos ellos son considerados psicotrópicos y, por lo tanto, son recetados bajo un estricto control médico.
¿Qué pasa si las toma alguien que no las necesita? Un científico que consume metilfenidato, el fármaco más empleado hoy en día, experimenta un grado de concentración y de lucidez mental extraordinario desde el punto de vista creativo. ¿Qué ocurre si, fruto de ese estado de lucidez, es capaz de curar una enfermedad hasta ahora incurable, o de inventar algo para acabar con las emisiones de dióxido de carbono?
En principio, en este caso el fin parece justificar los medios… ¿o no? Porque, más allá del descubrimiento en sí, los científicos compiten entre ellos para conseguir fondos y llevar a cabo sus proyectos. Y si aparto de la carrera a otro gracias a la droga, el dinero que consiga sería tan sucio como el oro de Johnson.
Una vez más, a pesar de afirmar hasta la saciedad que el físico no importa y que lo importante es el interior, lo que penalizamos es lo primero. En lo demás, miramos hacia otro lado. ¿Cuántas carreras se hubieran frustrado si, al terminar los exámenes, se hicieran controles antidoping, como tras las etapas del Tour? ¿Se imaginan?
CREO QUE EL DOPAJE «INTELECTUAL» Y EL «DEPORTIVO» TIENEN UNAS MOTIVACIONES DIFERENTES. EL INTELECTUAL BUSCA, TEORICAMENTE, EL BENEFICIO DE LA HUMANIDAD, MIENTRAS QUE EL DEPORTIVO BUSCA EL BENEFICIO PROPIO. ADEMAS EL INTELECTUAL TIENE UN CAMPO MUY GRANDE EN QUE DESARROLLARSE, MIENTRAS QUE EL DEPORTISTA… ¿CUANDO DEJARAN DE BATIRSE MARCAS? AUN CON EL DOPAJE LLEGARA UN MOMENTO EN QUE ELLO NO SEA POSIBLE.
Por supuesto María José, pero como dices tú, «teóricamente» es la palabra clave. Si es así, perfecto… Pero, ¿podemos estar seguros de que siempre es la motivación noble la que cuenta? ¿O da lo mismo si el resultado es lo que cuenta? ¿Cómo se decide, y quién lo hace, cuando puede justificarse un medio por el fin? Interesante debate, gracias por iniciarlo.
Perdona pero la palabra clave no es «teóricamente», un científico busca el beneficio de la humanidad SIEMPRE, a cambio de una remuneración que le permite sobrevivir; a más trabajo o más responsabilidades, más remuneración, hay un equilibrio.
Un deportista busca el reconocimiento de su ciudad, país y finalmente del mundo en el deporte que haya elegido para ganarse la vida, que en el fondo no es sino satisfacer el ego del deportista y declararse el mejor en su deporte favorito, a cambio de una remuneración; a más títulos y campeonatos más difíciles, más remuneración, hay otro equilibrio.
La diferencia está en que si un científico se toma mil tripis para tener ‘más imaginación’ y consigue dar con la cura del cáncer… es BENEFICIOSO para toda la humanidad
Si un atleta gana el oro 10 veces seguidas por estar hasta arriba de EPO y esas cosas, sólo es beneficioso para él, su ego, y su país
Así que respondiento a tus preguntas te diría que da igual si el científico tiene motivación noble porque en su fin ayudará a toda la humanidad; el deportista sólo da de comer a su ego
1saludo!
Hola José Cantón… Pues consideramos que ese «teóricamente» está bien puesto. Precisamente, en el mundo del deporte, quienes diseñan la estrategia de doping son gente de ciencia, como los médicos. Ahí está el caso reciente para demostrarlo. Eso sí, lo ideal sería lo que dices, y por supuesto es lo que ocurre en la gran mayoría de las ocasiones. Pero no siempre. Gracias por el comentario, debatiendo es como podemos arrojar algo de luz sobre cualquier asunto. Un saludo!