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Como profesional, uno de mis cometidos en la consulta de Enfermería es el consejo sanitario sobre hábitos saludables orientados a la prevención de enfermedades. En el cumplimiento del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS) es imprescindible priorizar qué intervenciones serán mas eficaces para mejorar la expectativa o calidad de vida de cada usuario que nos visita. Uno de los caballos de batalla es, sin duda, la alimentación. Aunque la excelencia de frutas y verduras ya gozaba de evidencias científicas, El Estudio Prospectivo Europeo sobre Nutrición y Cáncer (EPIC) ha realizado el trabajo epidemiológico más importante hasta el momento que confirma sus bondades.

El American Journal of Epidemiologic ha publicado un análisis dirigido por diez países europeos, incluida España, que, tras analizar la relación entre el consumo de frutas y verduras, concluye que las personas cuya ingesta conjunta supera los 569 gramos al día reduce su mortalidad un 10% y la retrasa en 1,12 años más que aquellas que consumen menos de 249 gramos diarios de estos productos. Estos datos son más relevantes si nos referimos a las enfermedades cardiovasculares, que consiguen un 15% de reducción de riesgo de fallecimiento. Asimismo, el estudio considera que si toda la población aumentara la ingesta de estos alimentos entre 100 y 200 gramos, alcanzando la dosis recomendada, cercana a los 500 gramos, se podría evitar un 2,9% de mortalidad.

Para la investigación se mantuvo en observación durante 13 años a 451.151 personas. En ese tiempo, la muestra tuvo 25.682 casos de fallecidos (10.438 por cáncer y 5.125 por enfermedad cardiovascular). Un hecho relevante es que el consumo de verduras, principalmente las crudas, se asoció por si solo, sin tener en cuenta las frutas, con una disminución de riesgo de muerte de hasta un 16%. «En relación con la mortalidad por cáncer, no se encontró una reducción estadísticamente significativa del riesgo, si bien será necesario evaluarlo según localizaciones específicas de cáncer», reconoce María José Sánchez Pérez, directora del Registro de Cáncer de Granada de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) y una de las autoras de la investigación.

La novedad es que esta disminución de los índices de mortalidad fue mayor en aquellos participantes cuyos hábitos eran más perjudiciales, nos referimos a bebedores excesivos, obesos y fumadores. Los individuos consumidores de alcohol mejoraron la tasa en un 30-40% y aquellos cuyo índice de masa corporal (IMC) estuvo por encima del 30% lo hicieron en torno a un 20%. Este efecto positivo podría deberse a los antioxidantes presentes en frutas y verduras, que actúan mitigando los efectos perniciosos tanto del exceso de peso como del uso de estas sustancias. «De esta manera, estos grupos de población se podrían beneficiar especialmente de los efectos positivos que ejercen las frutas y verduras sobre la prevención de las enfermedades crónicas y el riesgo de mortalidad por estas dolencias», asegura la experta Sánchez Pérez.

Si hace unos días nos congratulaba constatar que modificar hábitos requiere menos esfuerzo del que suponemos, hoy podemos celebrar que dicho esfuerzo obtiene justa recompensa reduciendo la mortalidad. Esta es una buenísima noticia para aquellos que llevan años abonados a hábitos nocivos y buen argumento para motivar al cambio. Sin embargo, estos manjares que no nos juzgan por nuestro pasado nos discriminan con la cartera, y es que con la subida de más del 20% de estos indispensables frutos cuesta dar la paliza con esta recomendación a los pacientes con menos renta.

Laura Castillo Casi, enfermera y periodista