legumbres

El tema de los propósitos del nuevo año, de los buenos, se entiende, no solo es cuestión individual, también lo es colectiva. Por eso, año tras año, determinados organismos ‘decretan’ que los próximos 360 y pico días se destinen a promocionar algunas causas.

En el caso de la FAO, 2016 será el año internacional de las legumbres. Motivos, sin duda no faltan: son saludables -¿se acuerdan de lo de la dieta mediterránea?-, cuentan un una baja huella ecológica -su cultivo no daña el planeta- y además su siembra contribuye a mejorar la fertilidad de los suelos.

Sobre lo primero poco hay que añadir, son ricas en nutrientes y pueden convertirse en la gran fuente de proteínas y fibra que necesita nuestro organismo para vivir. Eso, sin olvidar su alto contenido en minerales y vitaminas del grupo B. Si sumamos su bajo contenido en grasa y nulo en colesterol, pues ya tenemos el cuadro completo para incorporar su ingesta a nuestra dieta diaria.

Lo segundo, lo de la huella ecológica es menos conocido. Pero quédense con este dato, convierten el nitrógeno -aparentemente veneno- en compuestos que son utilizados por otras plantas para crecer. También aportan fósforo al subsuelo. Es decir, que estamos ante un tipo de cultivo que apenas genera basura y que se integran perfectamente en la denominada ‘economía azul’ (la basura que se genera en una parte de la pirámide es aprovechada por otra como alimento).

Por último hay que subrayar que se trata de unas plantas que son muy resistentes -tienen una gran capacidad de adaptarse al ambiente- al cambio climático -al aumento de la temperatura-.

Eso por no hablar de lo ricas que son y de la variedad de maneras en las que se pueden cocinar, sean en platos fríos o calientes.

Lo dicho, 2016, una buena excusa para incorporar las legumbres, si no lo ha hecho ya, a la dieta.