hormigas

Decían las abuelas que la mejor forma de atrapar a un hombre es por el estómago. Vista con una cierta perspectiva, esta frase pasaría a engrosar la lista de lo políticamente incorrecto. Aunque a ojos vista de las hormigas, estaríamos hablando de algo de la mayor actualidad. Porque resulta que a las hormigas les gusta la comida de los humanos.

Las estamos obligando a cambiar a la fuerza y estos pacientes insectos, en lugar de buscar un acomodo en otros parajes menos hostiles ante la invasión de los humanos, su cemento y su hormigón, parece que han preferido tirar de un clásico en la Naturaleza: adaptarse.

Lo han comprobado un grupo de investigadores norteamericanos a través de un estudio. Para ello, recogieron una serie de muestras de 21 especies diferentes de hormigas que habitan en las ciudades y analizaron el contenido de los niveles de isótopos en sus cuerpos; un indicador que nos ofrece datos fiables sobre su dieta.

Los resultados no ofrecen dudas. Se han adaptado a nuestra comida sin problemas y aquellas que viven en estrecho contacto con los humanos se parecen más a nosotros en términos de contenido de isótopos y proliferan sin mayores problemas.

Y ya que parece el nacimiento de una indisoluble amistad, habrá que buscarle el lado positivo. Este hallazgo, sin duda, abre otras posibilidades que a algunos no se les habrá escapado. Teniendo en cuenta que las hormigas, al fin y al cabo, lo único que hacen es comerse nuestra basura -es decir, eliminan nuestros residuos- de lo que se trataría ahora es de conocer cuáles de todas las especies de hormigas urbanas son las más voraces y ponerlas a trabajar de una manera efectiva.

En cualquier caso, el descubrimiento pone de relieve la complejidad de los ecosistemas urbanos y de lo mucho que todavía tenemos que aprender sobre cómo las especies se relacionan entre sí y con el medio ambiente.